Hoy te quiero contar algo maravilloso que pasó el primer fin de semana de mayo.
La cita fue a las 8 de la mañana, con mucho sueño, algo de frío y un café en la mano emprendimos el viaje a lo que parecía el otro lado de la ciudad. Llegamos a una bodega donde se reunió todo el equipo de Croquetero y Fundación De la Calle a la Casa. Nos saludamos y entramos.
Dentro de la bodega había montañas y montañas de bolsas de alimento separadas en tablas, forradas para que los bultos se mantuvieran juntos. Bolsas de 2, 8 y hasta 15 kilos de alimento premium formaban, lo que, para mí, se veía como una inmensidad.
Rápidamente nos asignaron tareas, se comenzó a contar el contenido de cada montaña, las cantidades de cada una junto con el tamaño de cada bulto que conformaba ese tanto se marcaba con plumones negro y rojo tan grande como nos fuera posible para que todos pudiéramos verlo sin problema.
Más de 21 toneladas de alimento para perro era el total de la suma de cada uno de los tantos que contamos ¿Sabes cómo se ven 21 toneladas? Porque yo nunca había visto tanta comida junta y déjame decirte que es impactante.
El objetivo era entregar todo ese alimento antes de las 2 de la tarde a diferentes centros de adopción. Cosa que yo veía imposible.
A las 9 de la mañana ya había llegado el representante del primer centro de adopción, llego con una camioneta a recoger el alimento que le habían prometido, pero cuando llego a la bodega pudo dimensionar que se iría a casa con casi 2 toneladas de alimento premium, emocionado, casi hasta las lágrimas, agradeció el donativo y se unió rápidamente al grupo para agilizar la entrega para cada centro.
Al poco tiempo llego la representante del segundo centro, a quienes se les iba a dar poco más de una tonelada. Entró con un par de camionetas, no de carga, de uso normal, al parecer una era de ella y la otra era de un amigo que se la prestó. Acomodamos la camioneta en la zona de carga, abrimos sus puertas y con ayuda de un montacargas sacamos la primera montaña de alimento y al momento de abrirla comenzó la magia.
Fue como si ese hubiera sido el banderazo de salida, en cuanto se abrió por completo ese primer paquete, todo comenzó a fluir de una manera casi ensayada.
La gente se formó en fila, se creó una cadena humana y se comenzó a mover bulto por bulto, de mano en mano y se empezaron a llenar las camionetas. Era tanta la cantidad de alimento que fue un reto acomodarlo todo en los vehículos que el centro había conseguido, así que metimos bolsas de comida, debajo de los asientos, entre las puertas y los respaldos y en cada pequeño hueco que encontramos.
Una vez que terminamos de rellenar las camionetas, se respiraba y se sentía un ambiente de alegría y esperanza. Aun no salían estas dos camionetas cuando llego el siguiente centro, quien recibiría poco más de 2 toneladas. Entre coches, camionetas propias y de amigos, taxis y camiones de carga se fue entregando uno a uno el alimento destinado a 15 centros de adopción responsable.
Con cada bulto acomodado la sonrisa en las personas de los centros crecía, entre todos se conocían y se ayudaban, se buscaba la manera de apoyar al centro que acababa de llegar a recoger alimento, los que ya tenían cargado su alimento se quedaban para ayudar al siguiente centro a cargar el suyo, se organizaba la entrada y salida de vehículos, se intercambiaban historias, se estrechaban manos y corazones, se ofrecía ayuda y se recibían ánimos. Se reconocían como soldados en la misma batalla, sacar a los perros de la calle y encontrarles un hogar.
No hubo nunca un mal comentario ni una actitud de rivalidad entre los representantes de los centros, en un momento de la mañana, había más de 5 al mismo tiempo y se saludaban con entusiasmo y cariño, esto no era una competencia, era un logro enorme que representaba meses de alimento para cientos de perros y se podía palpar el sentimiento de comunidad, de apoyo y de respaldo.
Se platicó con cada uno de ellos sobre lo que estaban viviendo en ese momento y todos coincidían en una cosa, era un momento digno de euforia porque al recibir estas cantidades de alimento podían destinar sus recursos a otros campos de igual importancia como vacunas, medicinas o rehabilitaciones.
Antes de las 2 de la tarde se había entregado hasta el último bulto de alimento. Esas más de 21 toneladas que impactaban visualmente a las 8 de la mañana ahora impactarían en la vida de más de 1,2000 perros que recibirán, por lo menos, los siguientes 3 meses, una alimentación alta en proteína que les permitirá enfrentar la desnutrición en la que muchos se encuentran al ser rescatados de la calle.
Esas más de 21 toneladas representa en términos económicos más de 2 millones y medio de pesos, que los centros de adopción hubieran tenido que costear con los pocos recursos con los que se cuentan, ya que la mayoría son mantenidos por la misma persona que lo fundó.
Estos héroes sin capa, que recogen a los peludos de la calle, pagan de su bolsa: alimento, medicinas, atención veterinaria, estudios médicos, vacunas, cobijo y resguardo, rehabilitaciones y entretenimiento, además de asegurase de que cada perro que han rescatado llega a un hogar responsable y amoroso donde son tratados con cariño y respeto.
Al final del día no podíamos dejar de sonreír, la gente salió de ahí con los vehículos y los corazones llenos, llenos de fe de que se puede continuar con la gran labor que hacen día a día, emocionados porque hoy tienen alimento para todos sus perros, comprometidos a continuar con la lucha de rescatar y dar en adopción a tantos peludos como se pueda y esperanzados a que poco a poco haya más personas que apoyen esta causa y que en un futuro ya no haya perros que rescatar porque todos cuentan con un hogar.